Con los niños todo es momentáneo.
Los niños viven en el momento.
Ni el pasado es un vestigio ni el futuro una preocupación, y ahí radica la belleza de la niñez.
Tú también tienes que llegar a ser así.
Ese es el efecto de la meditación: volver a recuperar la niñez, una segunda niñez.
La niñez es maravillosa si se le puede añadir la consciencia.
Y esa es la segunda niñez, cuando ya no eres un niño, pero a pesar de todo te conviertes en un niño; plenamente consciente, maduro, pero viviendo cada momento de forma tan inocente como lo hace un niño.
De ese modo, todo lo maravilloso de la niñez está contigo, y todo lo oscuro ya no está contigo... has escogido solo las flores.